Quién sabe, quizás estas esculturas clásicas y neo clásicas tengan la culpa de que hoy en día persigamos ideales que ocasionan más frustraciones que satisfacciones, pero la idealización de la belleza esculpida en mármol de Paros, en mi opinión, no debería tener nada que ver con la sábana verde, el escalpelo y los antiinflamatorios.
Hace unos años tuve la gran suerte de leer Memorias de Adriano de Marguerite Youcenar, realmente un viaje en el tiempo, un prodigio de documentación y buen hacer literario. Me cautivó la normalidad de ese aire cotidiano de emperador romano con que está escrito. El libro cuenta, entre otras cosas, la historia de amor entre Adriano y el efebo Antinoo. El hispalense se prendó del joven bitino ( Bitinia, hoy norte de Turquía) que, según él y quienes le rodeaban, era la encarnación de la hermosura misma. Lo adoptó y lo convirtió en su amante y acompañante. Antinoo solo hizo despertar celos entre la corte del emperador pues acaparaba sus atenciones. Su muerte es un misterio, apareció ahogado en el Nilo con solo 20 años, no se sabe si por voluntad propia ofreciéndose a los dioses, o si fue asesinado.
Adriano lloró la muerte de Antinoo y una ciudad fue fundada en su honor así como bautizada una constelación, acuñado monedas y esculpido miles de cabezas, bustos y estatuas que se encuentran repartidas por museos de todo el mundo.
Una nunca había visto ninguna de estas obras en vivo y en directo hasta hace dos años en Atenas, en el museo arqueológico. Cómo se puede enamorar una de un trozo de mármol en cinco minutos no lo sé, pero si sé como se puede comprender al emperador Adriano. Hay alguna paginilla por ahí donde se pueden ver más fotos de toda la obra que inspiró Antinoo. Realmente cautivadoras, al verlas, se puede por fin entender que unas estrellas lleven su nombre.
Hace unos años tuve la gran suerte de leer Memorias de Adriano de Marguerite Youcenar, realmente un viaje en el tiempo, un prodigio de documentación y buen hacer literario. Me cautivó la normalidad de ese aire cotidiano de emperador romano con que está escrito. El libro cuenta, entre otras cosas, la historia de amor entre Adriano y el efebo Antinoo. El hispalense se prendó del joven bitino ( Bitinia, hoy norte de Turquía) que, según él y quienes le rodeaban, era la encarnación de la hermosura misma. Lo adoptó y lo convirtió en su amante y acompañante. Antinoo solo hizo despertar celos entre la corte del emperador pues acaparaba sus atenciones. Su muerte es un misterio, apareció ahogado en el Nilo con solo 20 años, no se sabe si por voluntad propia ofreciéndose a los dioses, o si fue asesinado.
Adriano lloró la muerte de Antinoo y una ciudad fue fundada en su honor así como bautizada una constelación, acuñado monedas y esculpido miles de cabezas, bustos y estatuas que se encuentran repartidas por museos de todo el mundo.
Una nunca había visto ninguna de estas obras en vivo y en directo hasta hace dos años en Atenas, en el museo arqueológico. Cómo se puede enamorar una de un trozo de mármol en cinco minutos no lo sé, pero si sé como se puede comprender al emperador Adriano. Hay alguna paginilla por ahí donde se pueden ver más fotos de toda la obra que inspiró Antinoo. Realmente cautivadoras, al verlas, se puede por fin entender que unas estrellas lleven su nombre.
1 comentario:
http://www.noticiasdelared.net/ARCHIVOGRALSEGUIMIENTO/articulos_Mario_Aquino/QUIEN.htm
por fa ve esto
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