6 de noviembre de 2007

El final.

Pues sí. Se me acabó la ración artística de las noches que últimamente estuve dosificando como quien guarda los últimos bombones de la caja para irlos saboreando poco a poco, y, como últimamente tengo esto algo abandonado entre tanto viajecito y tanta vida social (que se creían, que una no iba a aprovechar su paro?), tiraré de archivo y les pegaré un comentario que he hecho en el nuevo proyecto de Amando y compañía.
El comentario es un homenaje a mi particular fin de Los Soprano, cuya última temporada he conseguido en Tailandia y que pienso revisar de vez en cuando y que desde aquí despido con nostalgia como quien dice adiós a un buen amigo o a un buen jabuguito como el nos acabamos de despachar Amando y yo. Si lo quieren ver en su contexto original aquí se lo dejo. Cuando una creía que ya lo ha visto casi todo en una pantalla, llegaron ellos con su clasicismo revisado. Chi vediamo carísimo Tony

"Totalmente de acuerdo. Eso sucede porque a mi modo de ver, Los Soprano es ni más ni menos que una fotografía a la entraña misma de las personas sin el velo del contrato social, o también el cinísmo diseccionado al microscopio. Es cierto que la serie fluctúa a lo largo y durante sus temporadas. Quizás el tono de bestialismo jocoso de las primeras deja paso a uno más dramático y afectado. Hay episodios gloriosos, dónde necesariamente no tiene por qué haber demasiada acción y curiosamente sí mucha carga emocional. La cadencia y los tiempos resultan más cinematográficos que televisivos y con un toque…digamos que continental. Es una serie “costa este” sin duda. Estos no ofrecen inmediatez y las tramas no son fáciles de seguir, por ello exigen un cierto esfuerzo, algo a lo que tratándose de audiovisuales no estamos acostumbrados a hacer, de ahí que como dice Adrian, no enganche.

¿Quién no ha tenido que ver El Padrino unas cuántas veces hasta retener los nombres de toda la familia, su posición en la misma y sentir así el morboso placer de saberlo? Algo parecido le pasa a Los Soprano.

Uno de los logros de esta serie lejos de clichés y topicazos son sus personajes. Tanto que ya sea por la familiaridad que con la atmósfera yankie tenemos desde críos como los vientos que llegan del mediterráneo (clientelismo, honor, traición), algunos y solo algunos nos resulten escalofriantemente familiares. Eso mismo prueba que en Italia la serie tuviera poco éxito y fuese relegada de una cadena masiva a otra más selecta en un horario diferente.
Conseguir retratar a un jefe mafioso, como es el caso de Tony, que acude a terapia, con una hermana “jipi”, una hija que trabaja de asesora gratuita a musulmanes que fuma hierba y una madre que no lo quiere no debe ser fácil.
Lo Soprano son la sordidez reflejada en un Lladró. Una alegoría de la búsqueda del animal social, de la confrontación de códigos impuestos, del micro-hijoputismo elegante.
Tonys hay muchos más de los que nos imaginamos, pero esos no usan los dedos para estrujar pescuezos, nuestro Soprano sí. Sus códigos no nos dan superioridad moral a los demás, tampoco hay identificación posible (va y viene demasiado rápido) ni maniqueísmo en absoluto, siendo así, es de extrañar la perplejidad que en muchos provocó su final.
Los Soprano es un clásico revisitado, sin artificios ni emotividades de poliestireno, una buena serie hecha con oficio, dónde se quieren ver desdibujados los límites entre lo gourmet y la popularidad para quien obviamente busque lo primero o lo segundo. Hay donde elegir.

Espero ansiosa que esto siga."

2 comentarios:

milonga dijo...

ci vediamo ...
chi es quien y se pronuncia qui, y ci es nos y se pronuncia chi...

cosas de los italianos...

un biquiño

Anónimo dijo...

É vero É vero...grazie bellisima!