El caso es que hoy al final de la clase mi profe me dejó en una zona un tanto bulliciosa del tranquilote barrio de la Bout Aux Cailles. Hacía frío, un frío seco acompañado por un tímido sol matutino. Aproveché para hacer unos recados y comprobar alarmada que la chabacana y aparatosa decoración navideña ya había encontrado su sitio en la ciudad. Caminando calle abajo rodeada constantemente por jubilados y amas de casa desvié mi atención a unos puestos de madera que tenía a mi derecha con bolsos, pendientes, gorritos de dudosa facturación artesana... había de todo en un total de unos 15 puestos que nos imaginamos con estufita incorporada. Nada sorprendente, ¿nada? Ay amigüitos, cuan equivocada estaba, la legaña y la bolsa del ojo, no impidieron que se me quedara la boca abierta al ver que entre diseños de cristal y estufitas de hierro para quemar incienso aparecía el nombre del Sr. Ron Hubbard impreso en sus libros que alimentaban el espacio de uno de los puestos así como el careto de un cienciólogo que los vendía.
¡Qué cosas! La verdad es que de haber tenido más ganas me hubiese parado a escuchar la construcción del discursito del gachó Hubbariano pero no las había , eso sí, no pude evitar los zoom in a las caras de vejetes y señoras que se paraban peligrosamente a ojear los libros. En un mundo ideal, aquel del que salía Marshal MacLuhan (en realidad Marcial Luján) de detrás de un cartel en Annie Hall para defender la postura del Sr. Allen ante el cretino de la cola, en ese mundo ideal, yo me hubiera parado y le hubiese dicho al señor que me sacara el alien que llevaba dentro que me producía escozor en las encías y picor en la sobaquera y que me interrumpía en las conversaciones y quería saber más que yo y que eso no podía ser, que me lo sacara allí mismo detrás del puesto que no me importaba y claro él señor me diría que para eso debería poner una buena cantidad de pasta, que para que el alien ese que dicen los cienciólogos que tenemos dentro haciéndonos la puñeta saliera le ingresara el subsidio por desempleo directamente a ellos. Ay señor señor...el mundo de la secta cuán apasionante es...desde fuera. Ya saben: cuidao en la calle y cuidao en la acera, como decían Willy Colón y Rubén Blades en aquella canción.

autor de Si-Fi mediocre ya fallecido
haciendo que atiende mientras
piensa dónde invertir los cuartos.