16 de julio de 2007

¿Que pasaría si....

Hace ya más de un año que justo al lado de mi lugar de trabajo tenemos una "obra". La obra en cuestión se decidió -en un alarde de optimismo- que se haría en un solar pegado a otra casa que bien pudiera medir 6 metros por 20. Ahí se erige ya un edificio de 5 plantas que albergará oficinas de no sé que Ministerio, palabra.

A través de la ventana se ven grúas, obreros de todas las nacionalidades, un paisaje típicamente español. Vaya, que las postales deberían de dejarse de museos, esculturas y demás, ser más realistas y fotografiar solares, botellines de cerveza, hormigoneras, pisos vacíos, especuladores en sus yates, urbanizaciones fantasma, niños jugando en un verde césped que un muro de seguridad divide de un campo yermo, señores jugando al paddle, etc. Recuerdo de España: Una foto con un obrero o un promotor delante de su mercedes todo terreno, ¡qué puede haber más típico!

La cercanía de esta obra y dado que hay que pasar por delante al menos una vez al día pone a prueba la testosterona de los obreros. Lo silbidos y piropos en una buena cantidad de idiomas se oyen casi todos los días. Tanto que ha llegado un punto en que se ha convertido en ruido de fondo. Es curioso como cambia el tema obras-piropos, dependiendo de dónde se esté. Del lugar de dónde yo vengo las burradas son tales que consiguen que una se vacune para el resto de sus días, convierten lo increíblemente grotesco en algo cómico, vaya, que al final una se ríe que es de lo que se trata. En otros lugares de la geografía son más refinados, recurren al piropo elegante y castizo tipo Tony Isbert. Pero el silbidito, ¡ay el silbidito!, ese no conoce de Macizos Centrales, Cordilleras ni Mesetas, siempre está ahí y cuando cualquiera piensa que ya ha superado la distancia de seguridad con la obra se escucha en el momento más inesperado.

Así como llevamos toda nuestra vida escuchando que pasaría si los Chinos se pusieran de acuerdo para dar una patada en el suelo, yo me pregunto que sucedería si en esta España nuestra, España del ladrillo y el accidente laboral pasaran al mismo tiempo zagalas por delante de todas las obras que forman parte de la paisajística ¿Hasta dónde llegaría el decibelio? Pregúntome.



¡Qué bonita postal!

5 comentarios:

El detective amaestrado dijo...

Que poca importancia le damos al ruido en nuestra cotidianeidad...
Cuanta razón tienes, lo peor de todo es que si uno va a quejarse de ruidos, poco menos que le tildan de loco...

Patricia dijo...

Yo sí se la doy, el ruido es algo que me molesta muchísimo, adoro el silencio. Lo peor es que la sordera en unos años será plaga.

Aunque el silbido simultáneo ese estaría bien oírlo, y dado el número de obras en este país, seguro que se oiría sería bien lejos.

Mondo Gitane dijo...

Yo siempre quise ser alondra y trabajar a pie de calle, y así aprender a silbar con los dos dedos, pero quiá, mi anciana madre quiso que estudiara Automoción y heme aquí, tol puto día en el taller sin otro consuelo que mi colección de posters vintage del Lib. Oh infelice.

Patricia dijo...

Oh Mísero de mí!

Anónimo dijo...

Tiene usted los incunables del amiguete Segura? Nada de miserere te, subástelo en efreak.es. Le darán por los menos un diorama de El señor de los Anillos, cuando el Sr. Frodo y Sam saborean sus respectivos ícores.