De vuelta ya de un país que siempre sorprende: sorprende que quepan 18 millones de personas en un área como la CA de Aragón, sorprende el dominio del agua en sus canales, también que nunca corran la cortinas de esas casas de enorme ventanas donde al parecer las holandesas dan a luz en vez de en hospitales. Sorprendida viene una también de la explosiva y calurosa primavera que tienen en el norte de Europa y del precioso edificio de la Corte Permanente de Arbitraje y preciosos jardines dónde ha tenido lugar la reunión. Así que al final todo ha ido bien.
El caso es que una vez en el hogar dulce hogar en esta ciudad irreconocible estos días por húmeda y vacía, me encuentro con el diario que el Sr. Clémenti compra mientras pasea al perro los sábados por la mañanita con el fin de completar su colección de operas. En su portada aparecía una muestra más de la rentable y forzada ingenuidad naive de la mayoría de medios de comunicación. El titular rezaba "prueba de la paliza en la comisaría de Barcelona", parece pues que cada vez que se ponen cámaras en los interrogatorios tenemos titular.
Las zurras en las comisarías no son algo tan excepcional como los ciudadanillos de a pié e incluso los pseudo-trangresores más agerridos creen: el abuso de poder, de autoridad es algo bastante habitual que según la RAE, habitual es algo que se hace, padece o posee con continuación o por hábito, y todos sabemos que hay hábitos malísimos.
Estos lugares dónde nadie ve nada o nadie ha visto nada, da impunidad a aquellos que se crecen por tener un placa o llevar un arma, entonces cualquier excusa es buena para arrear una zurra a cualquiera, y si propinar una paliza por alguna razón es algo muy cuestionable, pegarla porque sí, es algo que nos llevaría, cómo mínimo, a cuestionarnos directamente la salud mental del "zurrante"
A una en concreto le ha tocado vivir de cerca hace unos años el caso de una amiga, cuyo perfil haría las delicias de cualquier abuelita nacional católica española. A esta chica, en plena crisis y atmósfera crispación-brecha-social pre-guerra-de-Irak, (que aquel señor bajito, con bigote y cara de bicho se encargó de cultivar), no se le ocurrió cosa mejor que pedirle al taxista del taxi en el que viajaba que quitara la COPE, al no tener el don de saber morderse la lengua, la chica sin saber como y gracias a tan amable taxista que entre nervioso y arrepentido pedía al final a aquellos policías que no se le llevaran, se encontró en una comisaría en una especie de borrachera demencial de reír por no llorar.
Estos, en cuánto pudieron, le dieron una buena somanta mientras recurrían en sus comentarios a ese típico abuso de la segunda persona del plural como si el detenido/a perteneciese siempre a una logia a la búsqueda del sabotaje continuo, porque ups! además era de Donostia (qué inconsciente!!) El caso es que la moza pasó dos días a la sombra en otra comisaría a dónde la trasladaron y dónde hizo migas con dos prostitutas y un mangui.
Todo aquello me llevó a lo obvio, llegar a la conclusión de que las palizas se dan porque sí y con mucho gusto y más frecuencia de la que nos imaginamos, entre estas cuatro paredes que no saben de límites geográficos ni competencias y que no viene más que a confirmar que esa saña de las fuerzas del orden podrían ser un buen barómetro del estado de salud de este estupendo montaje que nos traemos entre manos y que se llama estado de Derecho. (Y líbranos del mal de la seguridad privada que se nos viene encima, amén.)
El caso es que una vez en el hogar dulce hogar en esta ciudad irreconocible estos días por húmeda y vacía, me encuentro con el diario que el Sr. Clémenti compra mientras pasea al perro los sábados por la mañanita con el fin de completar su colección de operas. En su portada aparecía una muestra más de la rentable y forzada ingenuidad naive de la mayoría de medios de comunicación. El titular rezaba "prueba de la paliza en la comisaría de Barcelona", parece pues que cada vez que se ponen cámaras en los interrogatorios tenemos titular.
Las zurras en las comisarías no son algo tan excepcional como los ciudadanillos de a pié e incluso los pseudo-trangresores más agerridos creen: el abuso de poder, de autoridad es algo bastante habitual que según la RAE, habitual es algo que se hace, padece o posee con continuación o por hábito, y todos sabemos que hay hábitos malísimos.
Estos lugares dónde nadie ve nada o nadie ha visto nada, da impunidad a aquellos que se crecen por tener un placa o llevar un arma, entonces cualquier excusa es buena para arrear una zurra a cualquiera, y si propinar una paliza por alguna razón es algo muy cuestionable, pegarla porque sí, es algo que nos llevaría, cómo mínimo, a cuestionarnos directamente la salud mental del "zurrante"
A una en concreto le ha tocado vivir de cerca hace unos años el caso de una amiga, cuyo perfil haría las delicias de cualquier abuelita nacional católica española. A esta chica, en plena crisis y atmósfera crispación-brecha-social pre-guerra-de-Irak, (que aquel señor bajito, con bigote y cara de bicho se encargó de cultivar), no se le ocurrió cosa mejor que pedirle al taxista del taxi en el que viajaba que quitara la COPE, al no tener el don de saber morderse la lengua, la chica sin saber como y gracias a tan amable taxista que entre nervioso y arrepentido pedía al final a aquellos policías que no se le llevaran, se encontró en una comisaría en una especie de borrachera demencial de reír por no llorar.
Estos, en cuánto pudieron, le dieron una buena somanta mientras recurrían en sus comentarios a ese típico abuso de la segunda persona del plural como si el detenido/a perteneciese siempre a una logia a la búsqueda del sabotaje continuo, porque ups! además era de Donostia (qué inconsciente!!) El caso es que la moza pasó dos días a la sombra en otra comisaría a dónde la trasladaron y dónde hizo migas con dos prostitutas y un mangui.
Todo aquello me llevó a lo obvio, llegar a la conclusión de que las palizas se dan porque sí y con mucho gusto y más frecuencia de la que nos imaginamos, entre estas cuatro paredes que no saben de límites geográficos ni competencias y que no viene más que a confirmar que esa saña de las fuerzas del orden podrían ser un buen barómetro del estado de salud de este estupendo montaje que nos traemos entre manos y que se llama estado de Derecho. (Y líbranos del mal de la seguridad privada que se nos viene encima, amén.)
2 comentarios:
A quién dieron de ostias, al pelas, a tu amiga, a ambos??? Como reparte la pestañí, valgame la Macarena!!
Mira que decirle a un taxista que quitase la COPE.... es buscarse un lío seguro. Una vez le dije a un calas que bajara el volumen brutal del reggaeton en una vuelta a casa a las 4 am y casi me saca a patadas del taxi.
En Francia ésto no pasa, los taxistas son de Costa de Marfil, bien educaditos y suelen llevar ciegas que se parecen mucho a Beatrica Dalle.
A ella a ella, bienvenido Sr. Gitane!
Ahhh! Noche en la tierra, me gusta mucho esa peli...casi muero atragantada con la historia del SIGNORE OPISCOLOOOO e la confessioneeee.
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