Quién me lo iba a decir. El Sr. Clémenti es un frikazo de tomo y lomo, me acuesto con él y también me levanto. Él me dice que yo también lo soy porque podría recitar anuncios como el de Tronkito (Tronco vaaa...) o porque allá en mi tardía adolescencia tonteé con la handycam y la TROMA, aunque creo que de aquellas yo ya pensaba en otras cosas que no vienen a cuento y estoy bastante lejos de su ecuación simplificada que no limitante y sin incógnita L+L+P+C (Lovecraft+Lefa(perdón)+Psicopatías+Caspa). Una, para su desgracia, es heredera de la progresía sin PRISA pero sin pausa.
El Sr. Clémenti escribe como los ángeles y los demonios, pero más me vale no repetírselo mucho no vaya ser que se lo crea, le gusta lo abyecto pero que esté de moda, como si Marsé no hubiera existido nunca.
Nos queremos mucho en nuestro apartamentito del 13eme. cerca del local de los Amigos De La Comuna en la Butte aux Cailles. Fuera de él también nos queremos.
Sí, París es tremendamente romántica, pero si no se saben buscar rincones cálidos por la ciudad, puede resultar hostil, fría, insoportablemente aburrida e inasequible, cuando no está revuelta y con razón, y si no que se lo pregunten a estos chicos, y eso que por entonces era solo una película sobre un descontento en estado embrionario.
Ayer el Sr. Clémenti apareció con un inesperado regalito como acostumbra a hacer, a veces de forma compulsiva. Se trata de algo que desde un soporte de vinilo formó parte de mis sábados por la tarde desde muy pequeña, y, que, a pesar de estar muy visto y oído siempre será un acierto.
Le amo Sr. Clémenti.
Suya afectuosa.
Catherine.
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