Estos días de locura individual, de fricción de lo público y lo privado, me dejan algo de sitio para seguir practicando un deporte que he venido perfeccionando a lo largo de los años: el del estupor y la indignación.
Que sí, que la crisis, que los ricos más ricos y que los pobre más pobres, pero no van por ahí los tiros. Los tiros van por el tema de temas que los medios están exprimiendo de una forma pronográfica hasta el paroxismo. El caso "Marta del Castillo". Qué si dónde está el cuerpo, que si pena de muerte, que si cadena perpetua. A mi me da la impresión de que por algo, lo que sea, posibilidades mil, digo que me da la impresión de que el por qué, la raices de ese por qué y si ese por qué se puede evitar y como, le importa un pimiento a nadie. Es más, siento un escalofrío cuando nada de esto se menciona, como cada vez se venera e idolatra más el costroso parche que parece que nos lo ponemos en los ojos, cómo la sociedad no "las ve venir", como nos quedamos observando la crisálida de la destrucción impasibles en forma de niños que lo tienen todo y no tienen NADA. Y nos creemos que el asesinato, la violación , el suicidio, la destrucción en general, es lo normal en el ser humano, y luego nos empeñamos en ordenar, con leyes, cárceles y demás nuestra deriva emocional, nuestro tremendo vacío. Por eso creo que los quieren la cadena perpetua y la pena de muerte son los mismos que en algún momento pudieron haber matado a Marta.
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